El punctum de una fotografia –señala Barthes– “es ese azar que en ella me despunta”. “Surge de la escena como una flecha que viene a clavarse”. El punctum “puede llenar toda la foto” (....) aunque “muy a menudo solo es una detalle, que deviene algo proustiano: es algo íntimo y a menudo innombrable." ​

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El cine es testimonio, es capricho, es la taxidermia de muchas vidas, un instante que el espectador puede hacer mil veces infinito, es un proyector donde nos desdoblamos, donde somos otros, donde imitamos y somos representados. El cine habla, cuenta secretos, nos hace preguntas y responde - casi siempre- al observador aguzado que sepa extirpar el alma de cada escena. 

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El cine no tiene siempre un punto fijo de partida, ni un final explícitamente definido, pero allí es donde se encuentra el tesoro del crítico: descifrar, especular, estudiar al artista, escudriñar su sentir, pensar en soluciones, proponer tangentes, empaparse de historias y de Historia.

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Los críticos de cine somos voyeurs, intimamos con retratos de otros, nos miramos en espejos reflectores de luz, adoramos la fuerza del símbolo. 

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La crítica de cine trasciende el dato anticuario y coleccionista, a la vez que supera la simple emotividad , el gusto maniqueo y el juicio despreocupado. La crítica es una disciplina enriquecedora, para el ojo, para el alma, para el artista.

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En medio, el arte, como estandarte y guia, como alimento. La crítica de arte nos permite un desarrollo estético del juicio, un estudio filosófico vital, una poética de la mirada.