“Muere lentamente quien no cambia de vida, quien no viaja…”
Con el punk tronando en las escenas, actores naturales llenos de vitalidad y el mundo de las drogas, el alcohol y el arte callejero de fondo, cinco amigos esperanzados en un viaje al sur llevan al espectador a un micro-viaje por nuestra ciudad: del Periodista o Carlos E a los semáforos, de malabares a caminatas por los barrios que se debaten entre combos, la pólvora y las balas. Los Nadie, ópera prima de Juan Sebastián Mesa y galardonada en el Festival Internacional de Cine de Venecia es una película colombiana para viajar, para lanzarse en un salto abisal a una urbe que te engulle.
La juventud en Los Nadie es sinónimo de rebeldía, es jerga sonora, también el sonido sucio de un concierto y el rechazo a la opresión educativa o familiar. Es un mundo fascinante que logra sentirse muy cercano a pesar de que no se haya vivido en carne propia, además el blanco y negro como estética refuerza la crudeza salvaje de la vida, eso de lo que está hecho lo cotidiano en Medellín. Del mismo modo la cámara, vertiginosa al inicio del filme, parece reverberar ese estado caótico de cosas que termina por anticipar el deseo de aventura de los cinco personajes.
El montaje sonoro se destaca por contrastar, por ejemplo, el trémulo mundo nocturno con una balada, o el sonido interno de un personaje en cámara lenta mientras un primer plano enfoca su mirada perdida. Asimismo, la recurrente reducción de profundidad de campo guía la mirada hacia los gestos desenfadados de los personajes, manteniendo la atención.
El arte callejero en diferentes modalidades cumple un papel fundamental, pues es un arma para expresar la inconformidad hacia un sistema/mundo donde el dinero, más que un aliciente, se convierte en un ente dominador, así como el cristianismo, ideal del "bien común", que deviene en un chiste opresor amorfo y callado, que no cambia nada, que no piensa.
Vale la pena resaltar el uso del factor sorpresa, que se evidencia con certera creatividad evitando la narrativa lineal o predecible: lo que se anticipa de una forma se responde al espectador de otra, cambia el recurso para resolver la intriga sin romper la lógica del hecho; lo que sucede en una escena y no sabemos cómo termina – pensando por un momento que quedará inconcluso- se responde en otra escena, otra locación y otro lenguaje que resulta brillante para el dinamismo del filme.
Aunque algunas interpretaciones pecan por inverosímiles, especialmente en los personajes secundarios, la película goza de momentos sutilmente cómicos que propician la identificación con el relato gracias a su fuerza cargada de cotidianidad.
Los Nadie es una forma vibrante y atrevida de narrar nuestra ciudad, una película que está llena de instantes lucidos, sinceros, que nos acercan con los más humano de los personajes a través de las miradas y que invita finalmente a la reconciliación con la madre, con los amigos, con la vida.
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