Un asesinato contra un académico, una hija llena de dolor y un sicario, Jesús, en una ciudad (Medellín) que abraza a todos con el olor de las balas, la corrupción, pero también la fiesta, el calor familiar y el arte; una ciudad en donde Paula, la hija del académico, decidirá si legitimar la cadena bélica o comprenderla, pero con una condición muy especial: mirando directamente al asesino de su padre a los ojos. Así, el encuentro entre un asesino y una víctima, pone al descubierto el juego social del que todos, sin saberlo, hacemos parte: unos, por hacer bien, crean el mal, y otros, por defenderse del mal, fragmentan aun más ese espejo que somos bajo el territorio urbano.
¿Qué hay detrás de nuestras ideas o realidades?, ¿qué hay detrás de esa puerta que miramos al seguir nuestro camino?, ¿qué se oculta tras una madre optimista que guarda su tristeza?, ¿en unos brazos fornidos que son manejados por los objetivos de los demás?; ¿qué oculta una ciudad forjada desde el miedo donde terminamos por ser víctimas de un mismo "invento" llamado violencia?
En Matar a Jesús (2018) el sicario termina por ser tan inocente como un niño que atiende a su madre o una marioneta, y tan culpable como las nuevas ideas que no quieren verse crecer. La película, entre licencias poéticas en el montaje con calles empinadas llenas de luces y de gente festiva; la tensión entre el perdón, amor y odio, y la problematización de la comprensión de la realidad del otro, busca transcender la venganza en una ciudad que carga con anónimos, jaurías indomables, dentro de la maquinaria estatal, tan omnisciente como lejana.
Detrás del escenario barrial, policial y de intereses, está el juego de poder ante el que debemos abrir los ojos; es un hecho: la muerte está en todos, el contexto nos hace como un rio incansable en el que nos vemos obligados a nadar, pero ¿qué marcos de comprensión hay que idear para dar el salto hacia lo humano? Esta es la pregunta que deja Matar a Jesús a través de un dinamismo que te atrapa cuadro a cuadro.
Finalmente, a pesar del personaje de la madre, que realmente no dice demasiado, ni aporta mucho al argumento y unas secuencias bastante “mareadoras” (que al principio no convencen del todo), la mirada fría e impávida de Paula contrastada con la energía de Jesús permiten que la película diga lo que debe decir dentro del mundo que invenciona, responde lo que debe responder desde las acciones y enlaces que plantea; es, en últimas, una película para sentir con las venas abiertas y el corazón sangrando. ¡Hay que verla! Se haya vivido o no el conflicto directamente, pues es otra mirada, humana, ética y cuestionadora de una historia que a muchos nos tocó vivir.
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