
Intersección de líneas, cruce de caminos, presencia de barras, escaleras, planos que pintan profundidades, diferentes estadios cotidianos, detrás y delante de la arquitectura estudiantil; donde la vida de un profesor de facultad, Gilles, una de sus estudiantes y su hija abandonada por la pareja, se cruzan y conviven entre amor erótico y amor filial. La coyuntura: la amante y la hija tienen la misma edad, y el profesor, claramente, debe mantener el secreto ante la mirada académica, mientras su hija y su amante forjan una paradójica relación entre identitaria-generacional y maternal-autoritaria.
Se expone de entrada una problemática: las relaciones familiares, la desestructuración de los hogares y la fragilidad constante del amor; es así una propuesta del vivir, filosófica y emocional. La película, con estos dos aspectos, carga un aire Godardiano, con cada movimiento de las manos y los cuerpos, con unas mujeres apasionadas, medio locas, medio dramáticas y tristes, con una dulzura en sus movimientos y en la mirada, con una maldad subyacente, casi imperceptible, una maldad “natural”, reptiliana, salvaje y lavada de culpas.
El papel filosófico, razonado, más neutral, tranquilo, lo cumple a cabalidad Gilles, que por su ocupación, suele pensar las cosas dialógicamente, escuchar, no alterarse demasiado, incluso pareciendo un poco soso, ido. El papel emocional, fuerte, lo cubren estas dos mujeres, que ascienden al clímax angélico, así como descienden a la densidad terrenal, viciosa y placentera, con una mirada, una discusión o un silencio que no les satisface, volviéndose preponderantes, jugando entre la madurez y el frenesí irrefrenable y juvenil.
El tratamiento cinematográfico es cuidado (aunque haya alta presencia de cámara en mano y algo de movimientos temblorosos), en el sentido de que propone un estilo y una estética, conectada así con esos estados femeninos frenéticos. Un manejo constante de planos medios y primeros planos, enfocando la gestualidad de los rostros -del amor, del deseo- se vuelve también una reminiscencia Godardiana, así como la textura a blanco y negro y algo de desenfoques y detalles en los rostros femeninos, que tratan de cargar la película de toques melancólicos, sin llegar a provocarlos del todo, quedando una estela de emociones rotas en los ojos de las actrices.
Hay que hablar un poco más de estas mujeres y ese tinte secreto, cómplice, juguetón. Pues la película propone meta-reflexiones sobre el amor, a través del diálogo de las mismas ¿es justo lo que los hombres hacen? ¿hay manera de equipararlo, vengarlo, soñarse lúcidas y dominantes? ¿de verdad se satisface la desdicha con más sexo, con más pasión, con más amantes? Son preguntas que entre ellas proponen, discuten y se aconsejan, para generalmente, volver a sus zonas recurrentes.
Por otro lado, hay un toque cercano gracias a la narración omnisciente (femenina, por cierto), que sabe qué sueñan, qué sienten, qué harían o hicieron y qué no, con un tono bastante descriptivo, en momentos muy específicos en que los personajes toman decisiones internas, y es esta misma voz la que va guiando la división de capítulos propuestos en la película y que cierran y abren con black fades.
No es realmente el mejor argumento de todos, aunque el tratamiento del mismo resalta por su idiosincrasia, entre sublime e histriónico. No es tampoco lo último en películas de amor filosófico o romántico, pero sí puede evidenciarse cómo las mujeres son puentes, puentes cotidianos, que se entrecruzan en la vida de otros, para generarle aprendizajes o tragedias. Queda el fluir con lo que ya no se puede arreglar, aprender a ser felices con lo que nos queda.
Una película del amor sobre el amor ¿qué tan profundo de verdad llega? ¿al corazón, a nuestros sexos…dónde? de eso ideal que no siempre pasa, y de esa irrefutable fugacidad cotidiana de lo que sí pasa, porque el amor es un monstruo imaginado, que se vive como si fuera eterno, en un instante, una hora, un día.
Luego, todo parece un sueño viejo, así se hayan pasado años juntos, el amor siempre dura un breve instante, en que los dos amantes, desnudos, se miran.
[1] Con esta película cierra su trilogía en torno a las relaciones que completan 'La jalouise' (2013) y 'L’ombre des femmes' (2015).
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