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Bye bye baby, Pablo Pastor 2017




Reflejos inquietantes en los vidrios y espejos, insinuaciones de luz, brujería, signos mortales y un alma en sacrificio, todos estos son elementos de Bye bye baby, corto ganador de la selección oficial Fantasmagoría 2019, debutante en festivales y muestras alrededor del mundo y dirigido por Pablo Pastor, periodista y realizador español, que no en vano, lo hace como un homenaje a Scream (1996), su película favorita de adolescencia, un hit del cine de género de los noventa, que utiliza todos los recursos del terror y el engranaje del suspenso, para dejar una huella imborrable en la historia del cine slasher norteamericano, que ha cimentado su fama con una buena cantidad de psicópatas, asesinos y venganzas mortales.

Precisamente es el homenaje a Scream, lo que permite acercarse a la primera intertextualidad entre ambas obras: una adolescente, rubia e indefensa, lentamente se hace víctima de una amenaza letal, juega con ella una fuerza superior, sobrenatural, maligna; y es a través de los signos que se presentan en su casa que se le va advirtiendo su destino: radios desconectados que suenan, una llamada telefónica sospechosa, las interferencias, los televisores que se encienden siendo una doble vía: emisor de imágenes y transmisor de mensajes del más allá (recurrente en el cine de terror). Los signos, uno a uno, son los que cargan de un aura tan misteriosa como tensionante las películas de terror, es decir, el carácter intensificador del terror es precisamente dar vida a lo que no la tendría, cargar de vitalidad lo que en efecto debe morir para garantizar al hombre cierta estabilidad y mantener conocido aquello que sentimos familiar, cercano, como el hogar por ejemplo, pero ojo, los signos son casi siempre orgánicos en el cine de terror, hay una conexión oscura con la naturaleza y sus fenómenos, estas fuerzas se presentan precisamente de la mano de lo que no podemos controlar, tan maligno como sea el poder, así serán sus signos: animales muertos, lluvia, tormentas, sangre, gusanos, barro, estos elementos irrumpen con violencia el bienestar del hogar.


Pero en Bye bye baby, se proponen a incomodarnos a tal punto que sentimos el hedor saliendo del grifo o el viento helado colándose por la ventana, una de las habilidades de este cine no es exactamente hacernos gritar o saltar del asiento, sino sembrar en nuestros arquetipos, miedos ajenos, extraños, silenciosos y sutiles que te obligan a mirar dos veces luego de apagar la luz, que te obligan a cerrar a doble llave los cerrojos, e incluso a mantener la luz encendida si te encuentras solo en casa mirando una película en apariencia ficticia e indefensa. Vivimos el lento pero inevitable cruce del patíbulo con los personajes, los planos medios y generales dan la sensación de que algo atrás va a aparecer, los paneos abiertos nos describen la escena suspensivamente como indicando que algo malo se avecina, los contrastes con fondos oscuros y el personaje iluminado nos previenen, algo se presenta aunque no lo veamos; somos corderitos de espaldas como el protagonista que está siendo observado, sabemos que está indefenso y que por eso voltea hacia la cámara varias veces en estado de estupor, mientras un zoom in capta su impotencia en plano frontal; ese es en parte el sentido de una buena dirección de fotografía, que se corresponda con el género incluso cuando la dirección de arte es dulce, un oxímoron estético, un juego de dulzura que se nos escapa al son de notas musicales sostenidas, vibrantes y desafinadas. En este orden de ideas, en Bye bye baby, predominan los tonos cálidos y algo de claroscuro, la apariencia de la protagonista es dulce, suave, parece siempre iluminada, es la chica predilecta para dar lugar a lo corruptible, así cada tono es complementado por su opuesto: rojos, con reflejos verde azules, amarillos con iluminación purpúrea, y en esa escala se van mostrando sus análogos, siempre en una gama más cálida que fría. Son de resaltar algunos efectos especiales y el maquillaje realizado por @oxumfx, basados en el diseñador de películas como La cumbre escarlata o Hellboy.


Es fundamental mencionar dentro de este cortometraje lo femenino siniestro, el quid de su argumento radica en la presencia de lo femenino como receptáculo de pureza, virginidad y belleza, asimismo, remite a la tradición de las brujas, mujeres que dominan los elementos de la naturaleza a su antojo y son grandes prestidigitadoras del cuerpo como objeto de deseo para lograr sus objetivos mundanos. Por otro lado, se da el fenómeno de suplantación sobrenatural a través de un gato negro (personaje cliché del cine y las leyendas), canalizador, que permite el viaje entre planos, así como tomar posesión de energías o cuerpos, con ayuda de sigilos, símbolos o rezos.

En la tradición wicca por ejemplo, el símbolo de la luna triple )o(, contiene a la mujer lunar y sus fases en el mes, creciente, llena y menguante, es la transformación, también la triple diosa, en ella habitan tres mujeres: la doncella, creciente, pura; la madre y la Crone, que se apaga, es vieja, pero también está en el punto más alto de su magia, presta a morir. Vemos entonces este ciclo de transición de Crone a doncella, que requiere así un sacrificio para renacer. Con todo eso, quiero decir que el cine de terror es también una ventana para los enigmas de la historia humana, sus sectas, tradiciones y cultos, la funcionalidad social y espiritual de ellos -se crean o no como reales- la imaginería ocultista tiene un lugar fundamental en nuestra cultura, más allá del mito y el ritual socialmente aceptado, lo oculto constituye una parte de la consciencia humana, un lugar para respuestas, y también un para la investigación del mal como tropo y cómo los arquetipos de la bruja se han construido no solo en el cine sino en la literatura: esa mujer decrépita, de uñas largas y nariz puntuda que muta a una diosa terrenal de risa estruendosa. Precisamente en el corto de Pastor, cuando se hace visible la presencia de esta, las luces rojas y verdes se intensifican, enfatizando en la sangre y el engaño, en la podredumbre y la violencia de arrebatar la vida.

¿Por qué volver al cine de terror, porqué conocer sus vertientes y estilos?, ¿por qué retomar estas historias, para muchos irreales, fantasiosas? Una parte de nuestro ser ancestral, inconsciente, se encuentra en ellas, logra fascinarse; nuestro niño interno quiere gozar en ellas, precisamente porque lo toca a la distancia precisa para ser espectador.

*Este texto hace parte de la sesión llamada “Tres Moiras” del Festival de Cine Fantasmagoría, un espacio para la mirada femenina sobre el cine en el género, lo fantástico, el terror y lo siniestro en las diferentes artes.

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