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La librería, Isabel Coixet (2017) La historia de un legado




En un pueblito inglés como de maqueta, escenográfico, con locaciones cuidadas, de fábula, -acompasada con una voz en off anónima, que hacia el final  descubre su verdad- se desarrolla esta historia sesentera, en donde una mujer, bastante obstinada, resiliente, insiste en montar la gran librería del lugar, y esta noble causa desencadena una serie de enemistades y juegos de poder que buscan sacarla de la casa-librería.


Se trata de una narración libresca y algo predecible, los enemigos son fácilmente identificables, con primeros planos esbozando su maldad; así como los buenos, fácilmente digeribles, amables, sin mancha. Quizá, por estar basada en una novela, se obliga a simplificarse y ceñirse a lo esencial de cada personaje, y de ahí mismo, la constante pose teatral de algunas escenas.  Sorprende, también, que esta coproducción entre España, Reino Unido y Alemania, haya sido acreedora a tantos premios, aunque sin duda sea merecedora del premio Fénix a mejor vestuario, pues es exquisitamente escogido y manejado en todo el filme.


Siguiendo con la estética, tiene un manejo versátil de la paleta de color según cada situación y personaje, por lo general en presencia de rojos y cálidos, pero complementando con azules y grises; cada personaje es caracterizado claramente, por ejemplo, con Brundish - anciano, lector silencioso, quien sufrirá grandes transformaciones gracias a la mujer librera- se implementa el eje caído y tonos neutros oscuros, aludiendo a su frialdad, caos interior y apatía social. Son este hombre junto a una sagaz niña ayudante de la librería quienes dinamizan el relato y ocasionan la conexión entre literatura/femenino y literatura/intermediación social.


En ese marco de época, donde la información todavía viajaba en cartas, algunas acciones se hacen lastimosamente evidentes, quijotescas, con cierto aire de absurdo, de pueblito desterritorializado actuando un sueño literario que no se sabe a ciencia cierta si va a evaporarse en bagatelas, que podría aludir aires de Amelié o de alguna aventura Wes Andersoniana; a eso, se suman paisajes en movimiento -por corte- de la naturaleza por completo sola, sin la especie humana, azotada por el viento o mecida entre las olas o las ramas, solo siendo, contrastando, como si fuera un vestigio poético de la soledad.

La película finalmente, gira más bien en torno a la realización de un objetivo, que al fin mismo de llevarlo a cabo, es más bien la historia del proceso de una lucha, que su consumación. Es más la historia de un legado dejado por una librera a las voces anónimas de su pueblo y los regalos o turbaciones que los libros dejan. Leerlos es ya una hazaña, pero intentar venderlos, una empresa atrevida y altruista con la miseria intelectual humana que deja un impacto inevitable.

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