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PATERSON (2017) Jim Jarmusch



“Mis piernas suben por las escaleras y salen por la puerta, mi mitad superior, aquí escribiendo…”


Un contraste entre un oficio mecánico y una mente creadora es esta película que transcurre cronológicamente en una semana, donde un conductor de buses en la ciudad Paterson, New Jersey, llamado Paterson, con una vida normal, una rutina bastante cotidiana y un amor, se debate entre su cuaderno secreto de poesía y los impulsos de su esposa por publicarlo. Estos dos personajes y su perro, un bulldog francés – bastante gestual y temperamental - conforman el universo cercano del filme, donde la esposa de Paterson, por demás intensa, soñadora y con una gran fuerza artística, contrasta perfectamente con la pasividad y el silencio condescendiente de Paterson.


Él, como su propia ciudad, se alimenta de imágenes, personas, de historias oídas desde su asiento como conductor, a través de los reflejos de los espejos o con miradas cortas que terminan por exacerbar su copa creativa y literaria. Lo pasajero, lo fugaz, sus pasajeros, construyen en él paisajes urbanos como un voyeur recatado que ve pasar las horas en una superposición de capas.  


La vida de la gente normal haciendo cosas normales termina por ser poetizada gracias a una especie de estudio psicosocial planimétrico en el cual, la mirada del personaje, 

 -una mirada amplia, de planos generales o medios- pasa repentinamente a una mirada en primer plano que permite observar de cerca los zapatos, la ropa o el gesto de los pasajeros que van contando historias;  así, el espectador termina por hacer parte de esa observación íntima que permite indagar quién será esa persona o qué hará  luego de dejar el bus; entonces acaba jugando como Paterson: en silencio, detallando cosas simples como una caja de fósforos, unos mellizos o pensando en la persona amada, para  fraguar su próximo poema recreando la propia vida en  prosa.  Este es el quid que carga de belleza la película,  incluso gracias a la tipografía manuscrita sobre la pantalla mientras Paterson recita lo que va escribiendo, confluyendo así sus rutinarios días con anécdotas tan inspiradoras como sutiles:  una pelea amorosa en un bar con  final absurdo, encuentros que parecen llevarle mensajes sobre su destino literario o los versos de una pequeña que se graban en su memoria, generando en su ciclo pequeñas rupturas de la mano del arte de su esposa y su dilema frente a publicar lo escrito.


Se trata de Paterson cazando a Paterson, un juego entre una cuidad que le habla a un conductor introvertido y para el cual la página en blanco representará tanto un desafío como la posibilidad de volver a crear. En últimas, si se mira en detalle, la película se compone de algunas tomas tan perfectas como irreales - nadie se despierta radiante, en una pose perfectamente alineada con la sábana, con un perfecto aliento a cerveza, o una perfecta organización de las cosas, con una exquisita tolerancia- pero esos detalles poéticos, estetizados, embellecidos, son el mismo poetizar que el cine posibilita, y más en una película llena de metáforas. Esa sería finalmente la importancia de verla, encontrar  en su propuesta de cotidianidad, la  poética a través de las imágenes, gestos y  diálogos.

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