En medio de esta cuarentena obligada, he vuelto a los maestros clásicos, como si de alguna manera ellos, su legado artístico, me permitieran renovar retrospectivamente la mirada, entre tanta sobre información, constante exposición a contenido audiovisual y dosis diaria de redes sociales con colores luz. Así, me reencuentro entonces con la pintura, su calmado y lento ofrecimiento, sin demasiada pompa, sin demasiado ruido, el lienzo de frente, ante mis ojos. Pienso también, que precisamente el adjetivo “lento” tiene que ver con la costumbre muy contemporánea de consumir rápida y fugazmente las cosas: visitas someras a las salas de museos, cenas familiares rápidas mientras chateamos en el celular, zapping nocturno sin mucho deseo de ver algo realmente o largas jornadas pasando storys con nuestros pulgares frente al móvil; sí, lo “lento” es esa forma de parar el mundo.
Estoy ante la obra de @josevallzi (me muestra dos lienzos en proceso, ambos muy similares) y ambos reinterpretan la obra El Astrónomo, 1668 (50x45cm) del pintor de género y maestro flamenco, Johannes Vermeer, agregando una ocurrente propuesta al escenario. No se trata de una réplica únicamente, y con réplica me refiero a que el artista José Vallzi no solo retoma la escena sino su técnica, el manejo de paleta y el proceso de dibujo a la maniera lavata: usando pintura aligerada con trementina de rápido secado, se va trazando capa a capa, infrapintura, capa con un pigmento de sombra natural al óleo que acentúa las sombras, luego la grisalla realizada con sombra natural y blancos, posteriormente la capa de color, pero a esto, propone entonces una pregunta actual…la figura inicial del astrónomo como alguien de sabiduría, estudioso y guiado por un mapa celeste, es ahora también guiado por un artefacto moderno, el ordenador; herramienta que contiene mucha información pero que paradójicamente no remite a la sabiduría, se entrevé entonces una sátira frente a lo tecnológico, supuestamente hoy tenemos el mundo a la mano, a un click de distancia, pero este mundo nos es ajeno, la experiencia del saber ha mutado a datos, cifras, código binario e intertextualidades, copias, remakes, collages, mixturas; el astrónomo que mira hacia arriba, ahora mira un poco hacia abajo, la luz antes celeste, ahora es luz electrónica, el azul índigo, las telas turquesas antes signo de prestigio, de finura, de inteligencia o estatus, hoy han sido reemplazadas también por réplicas baratas en un mundo de artesanía y producción masificada, tintes artificiales, rápidos, industrializados, lo que en el siglo XVII se llamaría una ciudad industrializada y avanzada como lo era Delf, del que era oriundo el pintor, hoy es un mundo globalizado, intercomunicado y pletórico de hibridaciones culturales.
Está claro (y es normal) que el lugar del arte a la manera clásica ha mutado hoy en el arte contemporáneo, un arte programático, conceptual, diversificado, mas ¿porqué revisitar una técnica “olvidada” una técnica “obsoleta”?
El lugar del lienzo, que ya no está pensado como esa verdad unívoca y mimética, es también un lugar para la pregunta, no lleguemos a él con las respuestas, permitamos que hable, desde sus trazos, su textura, sus pequeños impastos que de cerca son una mancha, pero a la distancia indicada es el rostro, el gesto, la sonrisa, dejemos que se presenten, en su estática postura, allí “fríamente” colgado con la paciencia atípica que merece; entrenar la mirada es un poco renunciar al zapping, al saqueo ocular indiscriminado, siempre hay espacio para lo no visto, lo infraleve, el silencioso placer de perdernos en un trazo. Revisitar los maestros como una forma de diálogo, de hilvanar decisiones estéticas traídas, porqué no, de los cabellos del pasado, o suavemente, como un río de voces, a las instalaciones, los performance, las imágenes actuales.
Hoy el lienzo se desgarra, se rompe, no es prístino, hoy no es solo para reyes, mecenas o templos cristianos. Revisitar a los maestros, como el ángel de la memoria, con un ojo en el presente y un ojo en el pasado...En este caso, Vallzi propone una sátira muy contemporánea, osadía o despropósito, no importa eso a priori, permitamos que la obra nos pregunte, nos guíe, no lleguemos a ella con el prejuicio del que sabe, como mirando un cadáver, yerto, la pintura es también sinónimo de vida, memoria, recuerdo. Después de más de un año encerrados, enfermos, los invito a visitar la pintura, no como una técnica anticuada, sino como el receptáculo milenario de un saber que hoy subestimamos, precisamente porque tenemos: el computador, la luz eléctrica, el artefacto.
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